Sí. Una buena higiene alimentaria (una dieta equilibrada) es necesaria en todas las enfermedades inflamatorias, ¡e incluso para cualquier persona! Como punto de partida, la llamada dieta mediterránea aporta beneficios que están demostrados en varias enfermedades reumáticas. Esta dieta incluye un consumo proporcionalmente alto de aceite de oliva, legumbres, cereales, frutas y verduras, un consumo moderado o alto de pescado, un consumo moderado de productos lácteos (sobre todo en forma de queso y yogur) y un consumo bajo de productos cárnicos, excepto pescados. A menudo se mencionan los beneficios de una dieta específica para el lupus. En realidad, esta dieta puede tener tres objetivos diferentes.
La dieta puede ayudar a controlar el posible exceso de peso, y sobre todo a evitar el riesgo de ateromatosis de las arterias, que es un problema importante en el lupus (incluso en ausencia de obesidad).
La ateromatosis es una enfermedad de las paredes de los vasos sanguíneos, causada en parte por anomalías grasas (hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia), pero también por la existencia de una enfermedad inflamatoria crónica, como el lupus. Por lo tanto, una dieta equilibrada debe normalizar los niveles de colesterol, evitando las grasas animales "malas" (mantequilla, nata, embutidos), y favoreciendo las grasas vegetales "buenas" (aceite de oliva...). En algunos casos, el seguimiento dietético y médico es esencial.
La dieta puede tener como objetivo limitar los riesgos relacionados con los glucocorticoides.
La dieta también puede tener como objetivo intentar controlar el lupus, "engañando” a la respuesta inmunitaria. Para ello, se han sugerido diferentes enfoques, pero ninguno de ellos ha sido validado en el lupus. Algunas dietas recomiendan la exclusión de uno o más alimentos. Ciertos alimentos (productos lácteos, grasas animales, gluten, productos de cereales, etc.) podrían interferir con el sistema inmunitario, modificando la flora del tracto intestinal. Aunque a veces estas dietas dan la impresión de mejorar la situación, no hay pruebas científicas que lo prueben. Más aún, la exclusión prolongada de estos alimentos puede provocar varias carencias dietéticas y tener consecuencias sobre el estado general y posiblemente en los huesos (riesgo de osteoporosis).
En raras ocasiones, algunos pacientes informan de manifestaciones dolorosas después de ingerir ciertos alimentos. Éstas podrían reflejar la existencia de una reacción de intolerancia alimentaria a determinados productos (principalmente lácteos o cereales). Esta reacción suele ser difícil de demostrar. Esta situación puede discutirse con su médico, que puede pedirle que excluya el alimento sospechoso de su dieta durante 6 semanas (prueba de parada), y que luego lo reintroduzca.
Se dice que el ayuno, posiblemente seguido de una dieta lacto-vegetariana, ayuda a reducir la inflamación, pero este planteamiento no tiene ninguna validez en el lupus. Además, es peligroso ayunar durante un periodo de tiempo prolongado, debido al riesgo de carencia de vitaminas. Se han realizado experimentos científicos para intentar modificar el comportamiento del sistema inmunitario mediante la absorción de diferentes moléculas con el objetivo de inducir una tolerancia inmunitaria oral. Por el momento, no hay ninguna aplicación en el lupus.